En el cumplimiento de su misión de conectar la investigación, las políticas y la práctica para promover el aprendizaje sobre los enfoques de la gobernanza de la tierra y los recursos naturales, Iniciativa para la Equidad Global es partícipe en áreas de protección comunitarias, paisajes sostenibles y lo que ahora se conoce como “otras medidas eficaces de conservación basadas en áreas” u OMECs.  Esta es la primero de una serie de publicaciones en las que compartiremos algunas de nuestras reflexiones sobre lo que este tipo de iniciativas pueden contribuir a la sostenibilidad y la conservación.

¿Cómo podemos, como comunidad mundial, proteger la biodiversidad?  La respuesta predeterminada a esta pregunta parece ser “mediante la creación de áreas protegidas”.  En el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), 196 países han acordado, entre otras cosas, que la conservación se logrará “por medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados, y de otras medidas de conservación eficaces basadas en áreas.”

Al poner en práctica este objetivo, los parques, las reservas de caza y otros tipos de áreas protegidas se entienden como la designación de áreas de tierra o mar donde el objetivo principal es la conservación. Y en el desarrollo de un sistema de seguimiento de los avances hacia la consecución de las metas del CDB, es en las áreas protegidas en las que se ha centrado la atención. Sin embargo, reconociendo que las áreas protegidas han tenido un historial mixto y que los ecosistemas y la biodiversidad deben cuidarse en todas partes, incluso en los lugares donde los seres humanos viven y crean sus medios de vida, ahora se está dirigiendo una atención creciente hacia la segunda parte de esa meta: “otras medidas eficaces de conservación basadas en áreas”, conocidas por el acrónimo OMECs.

Un OMEC se define como:

Una  zona  delimitada geográficamente que no sea un área protegida y que esté gobernada y gestionada de manera tal de lograr en forma sostenida resultados positivos y duraderos para la conservación de la diversidad biológica in situ, con funciones  y  servicios  asociados  de  los  ecosistemas  y,  donde  proceda,  valores  culturales,  espirituales, socioeconómicos y otros valores pertinentes a nivel local.

(CBD/COP/DEC/14/8).

Estas pueden incluir potencialmente iniciativas como las zonas de gestión de cuencas hidrográficas, los territorios gestionados y utilizados de forma sostenible por las comunidades indígenas y locales, y los pastizales de los ganaderos y pastores.  Para que se consideren OMEC y se tengan en cuenta para la meta del CDB, estas iniciativas no tienen por qué tener la conservación como objetivo principal, pero deben producir resultados positivos para la conservación.

 

El potencial de las OMECs

A la hora de poner en práctica la parte de la meta del CDB relativa a las OMEC, las definiciones, los criterios y los procedimientos elaborados hasta la fecha se han redactado necesariamente en un lenguaje árido y poco estimulante.  Pero esa cáscara de lenguaje denso y burocrático esconde un importante conjunto de ideas.  El esfuerzo global por incluir a los OMEC en nuestros objetivos colectivos de biodiversidad es un reconocimiento de que los seres humanos y la naturaleza pueden coexistir.  Es un reconocimiento de la necesidad de extender los valores de la conservación, la administración de la naturaleza y la sostenibilidad más allá de los enclaves que hemos creado donde intentamos proteger la naturaleza de nosotros (las llamadas áreas protegidas), para extender esos valores a nuestras economías, culturas y vidas en todas partes.  Las OMEC implican que amurallar la naturaleza para protegerla de nosotros no es la única forma de proteger la biodiversidad.  El esfuerzo colectivo para desarrollar un marco que incluya adecuadamente los OMEC en los objetivos globales de biodiversidad es un llamamiento a la comunidad mundial para sacar los valores ambientales de las áreas protegidas y reincorporarlos a los paisajes sostenibles en todas partes.

Entonces, ¿cómo podemos hacer realidad los elevados objetivos de lo que deben ser las OMEC?  Para que este sea un momento de transformación, tenemos que ir más allá del árido lenguaje de las definiciones burocráticas y de los engorrosos criterios para determinar si una iniciativa cuenta o no para los objetivos.  Tenemos que garantizar que las OMEC tengan un espíritu animador que tenga en cuenta al corazón humano.

 

Un espíritu animador

Nos gustaría proponer que el principio de interconectividad se refiere a la forma en que los seres humanos se relacionan con la naturaleza y puede formar parte de este espíritu animador.

La metáfora de la raza humana como un cuerpo y las personas individuales del mundo como las células de ese cuerpo ayuda a transmitir lo que significa la interconectividad.  El bienestar de cada uno de nosotros depende, en última instancia, del bienestar de todos los demás, y el potencial del individuo nunca podrá realizarse plenamente si el cuerpo en su conjunto no prospera.  Recientemente, la pandemia de COVID ha sido una dramática demostración de la interconectividad entre el bienestar individual y el bienestar colectivo.

La interconectividad también se refiere a la conexión integral entre los seres humanos y la naturaleza.  Obviamente, dependemos de la naturaleza para obtener recursos, para el aire que respiramos y el agua que bebemos.  Y nosotros, a su vez, afectamos a la naturaleza, con demasiada frecuencia de forma negativa.  Pero la interconectividad entre la humanidad y la naturaleza es mucho más profunda.  En pocas palabras, las oportunidades de interactuar con la naturaleza son buenas para el alma.  Las disputas filosóficas sobre si somos distintos de la naturaleza o simplemente un tipo diferente de animal crean una falsa dicotomía.  La raza humana es única y está integrada en la naturaleza.  Nos sostiene y estamos inextricablemente conectados a ella.  Aceptar nuestra interconectividad con el mundo natural nos lleva lógicamente a una ética de corresponsabilidad, la cual nos lleva a apreciar la naturaleza y a cuidarla.

Al crear y poner en marcha los OMEC, y al desarrollar sistemas para contabilizarlos y hacer un seguimiento para que formen parte de las contribuciones de los países a los objetivos globales del CDB, mantengamos la interconectividad en primer plano.  Reflexionemos no sólo sobre cuestiones políticas, como la manera de conciliar los intereses de las distintas partes interesadas, y sobre cuestiones técnicas, como la manera de medir nuestra huella ecológica para saber si nuestras medidas de conservación son realmente eficaces; reflexionemos también sobre lo que podemos hacer para garantizar que nuestras acciones y relaciones manifiesten esta interconectividad.

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